Lo que viene a continuación es mi teoría acerca de que algunos de los insectos que nos encontramos en casa han evolucionado para sobrevivir entre los humanos, y para eso han aprendido a mimetizarse en el entorno. No pretendo probar la teoría de la evolución, sino dar una muestra sincera de las insignificancias en las que piensa uno en momentos de lucidez (al mismo tiempo que de estupidez) y cómo la única manera de que estos pensamientos perduren y salgan de tu mente en momentos posteriores, es currar.
Siendo así, comienzo mi catalogación con el tinea pelusus. Se dice de la variante de cucaracha que, quedándose inmóvil una vez ha notado la presencia del humano, parece una pelusilla. Se dice que no son peligrosas, pero varios testigos aseguran haberse encontrado a una tratando de internarse en su cuerpo a través del ombligo, una vez éstos se han quitado la camiseta para irse a dormir.
Prosigo con la Papëlhigienis larvaes. Se conoce así a la larba de polilla, que viéndose amenazada, arruga y seca su piel, haciéndola parecer un trocito de papel higiénico enroscado. No es dañina, y (lógicamente) se la puede encontrar en el baño. Hay quién asegura haberla visto en otros lugares, pero nadie se atreve a nombrarlo.
Para acabar por hoy, presento uno de los más odiados insectos, que casualmente se confunde con algo que también resulta horripilante, asegurándose así el respeto absoluto. Es la aranea pelopubicum. Seguramente todos hemos visto ese pelo púbico tirando en el suelo, y lo hemos ignorado con asco. Pues bien, se trata de la araña con patas largas y finas de toda la vida, adquiriendo posturas más retorcidas para engañarnos. No son dañinas, pero crean pavor cuando nos las encontramos en cualquier lugar. Son nómadas y su población muy grande. Dicen que las máquinas de rasurado las mantienen alejadas del hogar, parece ser que su zumbido las horroriza.
Espero que estas indicaciones ayuden pues a unos a mantener su casa libre de asquerosos insectos, y a otros a contemplar con amor la fauna que nos rodea.